La clase se nota

Escucha audio –

Recuerdo que no todas mis primeras experiencias como profesora de idiomas en Roma fueron fáciles. Después de dos años dando clases de idiomas en cursos de tarde para estudiantes con notas sobresalientes en una escuela de un barrio elegante de Roma, llegué a un instituto para estudiantes suspendidos.

Lo que me atraía era la idea de tener por fin un horario completo y enseñar no solamente idiomas, sino también literatura. ¡Podría por fin declamar a Shakespeare y cantar las gestas de mio Cid! Tan sólo con pensarlo me ponía eufórica. Pero me topé contra la realidad de esa escuela, donde tuve la súbita impresión de que el único héroe con quien me parecería sería Don Quijote en su lucha en contra de los molinos de viento. En el comienzo, en realidad, los molinos no sólo fueron los estudiantes. Tuve también algún malentendido con la dirección del instituto.

Estaba orgullosa de mi cualificación como profesora de inglés con método Cambridge, y empecé la primera clase de inglés con una actividad para compartir objetivos y sueños. Doblé una hoja de papel para hacer un avión y pedí a los chicos que lo lanzaran el uno al otro, diciendo, en inglés, cuál era su destino y por qué querían viajar allá. En el primer turno, cada uno hablaba de sí mismo, pero yo les había advertido a los estudiantes que en el segundo turno tendrían que lanzar el avión a un compañero y acordarse y decir en voz alta cuál fuera el destino y la razón del otro. Una manera sencilla para descubrir adónde se puede viajar en el mundo gracias a los idiomas y para usar la primera y la tercera persona del presente de indicativo. La tercera persona del verbo en inglés siempre es una molestia para los estudiantes, debido a esa incómoda «s» que hay que añadir. El avión no siempre flotaba elegante en el aire, más bien caía en picado y seguía torbellinos. La actividad resultaba ser un reto y una gran diversión. Después de tan sólo tres minutos desde su comienzo, el director entró en el aula para «salvarme» del infierno de esos chicos que se reían. Cuando abrió la puerta encontró un avioncito de papel apuntando en su cara y tuve que explicarle lo que pasaba. Pero funcionó.

Después de algún tiempo, los estudiantes actuaban en el aula la muerte de Grendel por mano de Beowulf. Más tarde aún, mi cátedra se convirtió en el balcón de Julieta que hablaba a su Romeo. Pero la mayor satisfacción con esos chicos, que a menudo se obstinaban en imitar a sus ídolos de hip hop, llegó el día en el que anuncié a la clase que tenía una base de música hip hop, para grabar una canción con la letra que ellos escribirían, por grupos. Me sorprendió la seriedad absoluta con la que se dedicaron a la tarea. No les obligué a escribir rimas en inglés, pero fueron ellos quienes lo consideraron absolutamente necesario. Abrieron los diccionarios que habían quedado por meses entre telarañas. Usaron el móvil no para enviarse mensajitos, sino para buscar las palabras exactas para expresarse. «Profesora, si se trata de rap, tiene que ser en rima, y si no es así, ¡no es rap verdadero!». ¡Claro! Para divertirse, hay que ponerse serios.

Mira la página de los Cursos de idiomas de Speakando

Artículo de Silvia Cicciomessere, Profesora de Idiomas en Roma.